* Boris Espezúa Salmón
La simetría entre hombre y naturaleza tiene una explicación contraída con la historia y con la esencia misma de la vida. Fernando Chuquipuinta así lo expresa en su poesía cuando evidencia en sus versos ese gran sentimiento hasta panteísta con esa tierra tradicional e irreverente como es Huancané. El paisaje se muestra arrobador, la cotidianidad anhelante, su historia dinámica, y su gente propositiva y encandilada de ensueños. Son los poemas de Fernando en relación a su tierra fotografías donde se registra el pasado, el presente y el futuro del acontecer huancaneño, ello esta expresado en el libro “El Brío del Trovador” que nos motiva estas palabras.
Sin embargo, a pesar de su joven edad Fernando tiene en sus poemas un hálito, un élan poético de un lirismo antiguo y sumido en la lamentación, como es lógico reniega contra las injusticias, contra el desamor, contra el avatar de los días difíciles que vivimos los peruanos, y contra la imposibilidad de no ver otra realidad diferente. Este entorno es lo que le impulsa a expresarse de modo contestatario e inconforme. En ese sentido nos parece un buen punto de partida para que vaya cuajando el temario que hará de Fernando un poeta trajinado y vivido para su poesía. Como decía Atahualpa Yupanqui, “Lo primero es ser hombre y lo segundo poeta”. Posteriormente, el autor adquirirá un estilo poético, un oficio permanente para depurar los poemas, y sabrá que el secreto en la poesía es equilibrar forma y fondo, sentimiento y razón, y que no bastan las buenas intenciones sino el trabajo de la palabra, la construcción estética y semiótica de texto poético. Por ahora es como un balsero que recién se sumerge a las aguas profundas del terreno poético, será necesario tener un derrotero, un manejo diestro de los remos, y un equilibrio para no caer a la profundidad del olvido. El poeta no nace, sino se hace, y mejor si al hacerse tiene que vivir los extremos de preguntarse constantemente si tiene que hacerse o no. Esta disquisición nos recordaba siempre Rainer Maria Rilke, cuando en su obra “Cartas a un Poeta Joven”, señalaba que si puede vivir en este mundo feliz, sin escribir, era mejor que no se escriba, porque la escritura estaba destinada a quien puede correr riesgos como el sufrimiento, la intensidad y el reencuentro final. Por lo que finalmente se amerita en un hombre no sólo por sus dotes y habilidades sino por su constancia y perfilamiento constante en su obra.
Ser poeta es una proposición visceral hacia el trabajo, y a ser inmune contra toda la incomprensión e indiferencia del mundo. Una persona que no está preparada para ello no puede garantizar la permanencia en la poesía, ni tampoco un verdadero trabajo sostenido en el tiempo. Por ello que recordamos las palabras de Jorge Eduardo Eielson, cuando decía: “La Poesía Peruana será profunda, o no será”, y con ello nos recordaba que la mejor poesía saldría del Perú profundo, de los poetas que asuman su hondura y desaten el nudo de la marginación. Ese desafío está todavía perenne en nosotros, y lo trasladamos a Fernando porque en él se puede encarnar lo que ésta nueva generación tiene que gritar, tiene que clamorosamente expresar, y esta responsabilidad es la que debe internalizar, porque el poeta no sólo es testigo de su tiempo como lo decía Pablo Neruda sino el protagonista de su tiempo, y está llamado como lo reconocía Gramsci a asumir un rol histórico en el proceso de los cambios de las sociedades y de la cultura. Pero, también recordamos que el Poeta como lo fue José Watanabe, recientemente fallecido, es el guardián del fuego y del hielo, es decir de aquellos extremos donde se pendula la condición humana en sus circunstancias variadas. El quehacer poético nos hace vibrar y nos aquieta, permitiéndonos que nos forjemos con la dureza y la templanza de las circunstancias y del avatar diario. La poesía nos introduce a la alucinación, como a la más honda sensibilidad, el asomarse a los resquicios de la realidad y de la irrealidad que es el devenir del poeta. Esos son los obstáculos necesarios que se tendrá que pasar para arribar a un mejor poético.
Huancané tiene tradición poética y en la más reciente están: José Luis Ayala, Gloria Mendoza, Fidel Mendoza, Gabriel Apaza, y Juan Celso Carpio, seguramente en otros que silenciosamente también laboran en cincelar la palabra. Alguna vez cuando premiamos a poetas en un concurso poetíco organizado por la Municipalidad de Huancané nos sorprendió la peculiaridad que además de escribir poesía, se tenía del arte de la declamación, esta peculiaridad también lo tiene Fernando Chuquipiunta y es un valor agregado a su vocación poética que también podrá dar que hablar en el futuro si lo sabe cultivar. Los amigos de generaciones mayores y de su misma generación de Fernando estamos seguros que acogerán este trabajo del autor, seguramente también el autor sabrá recoger las críticas de una forma serena y comprometedora en las observaciones que se realice, debiendo asumirlas como Vallejo cuando decía: “ Perder , para ganar verdaderamente, después del hallazgo” El camino que tiene que recorrer Fernando, es como la vida misma, muchos bríos se logra con muchos sudores, y en este tramo de sus inicios nos queda alentarlo y decirle que no está sólo, está con los miles de lectores que en su progreso poético, guardarán en el pecho y en la memoria de un pueblo, lo más maravilloso que puede hacer un ser humano: Poesía.
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