lunes, agosto 21, 2006

POEMAS DE JOSEFINA JIMÉNEZ

Tampoco tiene título


He conocido mi cuerpo...
por la necesidad de saberme yo
Me he vuelto a desnudar frente a un espejo
con ojos expectantes
y sin querer tomarlo en cuenta
llegan a intimidar hasta el nervio más profundo.

Me he vuelto a ver, y aún tengo ganas de conocerme
de respirarme un poco más de vida
de saber que mi sentido del tacto es lento,
pero no inservible.

Has vuelto a verme y aún no lo asimilo
mi redondez no me deja comprenderlo todavía
pues creo que he perdido todas mis batallas
desde hace 5 años,
preso el placer de quitarse las riendas
quedó el pudor con calidad de detenido,
la razón con prisión domiciliaria
y el deseo, condenado a cadena perpetua.




La entrañable criatura de la foto


Tiene la misma sonrisa todos los días,
Congelada pieza de museo,
siempre inocente…soy un resto de su reflejo aparentemente sano y feliz.

Esa niña,
Detesta el olor a nicotina… al que me hiciste adicta
Y camina más a prisa, dejándome sin aire.

Esa niña,
Aún ama al chico de ojos preciosos que cantaba a la salida de la escuela, pues no entiende que ahora es un hombre y se acuesta con cada puta dominicana.

Esa niña,
Me reclama –entre otras cosas- por haber sacado a las muñecas de la habitación…
“No las necesito, pequeña”. Me miran como culpándome…

Esa niña,
Se fue entre las piernas de una bestia…esa niña quisiera volver a mi.







A Ludovico el sexo no la hizo más hombre,
Ni más niña
A Ludovico el sexo la hizo cobarde
Mujer mínima, incapaz de ver la luz.

A Ludovico lo hicieron vestirse de luto,
para ser quien conteste las llamadas a las tres de la mañana
y sepa dar las malas noticias.

Pero él, hizo que duerma a su lado:
(no cerca, mejor más lejos)

“Escucharé tu respiración tan cerca del auricular”

Yo escucharé tu muerte cerca del gatillo, para no colgar


Sin embargo, sigue levantando con obsesivo temor el auricular,
Por si algún milagro inesperado llama preguntando por ella,
provocándole ansiedad e insomnio durante la madrugada,
mientras él aguanta callado en la puerta
sin oír los desesperados gritos de su almohada,
sin inmutarse tras la muda lágrima
que hizo pálidas y tristes a sus muñequitas.
Por eso se han llenado de polvo y telarañas,
para alejarse de ella…
Y no permitir que su mano sucia y desvirgada las toque.

Ludovico calza zapatos de bronce
Sus pasos son pesados, sus huellas, profundas,
Frías y duras como sus balbuceos,
Tan poco afeminados, como sus golpes en la cara.

Ludovico ya vivió, no cambiará más
Es un marica que se enamoró de un sucio varón de esquina.
No cambiará más
Así le jures que llenarás con colores su cielito gris






Un día azul y rojo

(normal 1)


Te miro
con mis ojos de pescado sin agallas
húmedos, hundidos


(((((Más húmedos)))))

pensando que tu cama
es un país sin retorno.
En el que dormiré lunes
y despertaré domingo


(((((Eternamente)))))

busco la cura para la distimia,
para mi histeria temporal,
para mi alergia a la humedad.

Evito el cansancio y la jodida impaciencia
en días rojos


(((((Sácame de la desidia)))))

y construiré

un hogar para el niño celeste,
una cálida habitación uterina
en la que hibernará por más de nueve meses…
mientras lo seguimos pensando,
mientras lo seguimos intentando.






Gris


Sólo conozco la lluvia de Lima
pobre lágrima raquítica de cielo gris.
Sólo conozco sus avenidas concurridas,
sus tardes congestionadas,
madrugadas solemnes y vacías.

Sólo conozco la lluvia de Lima
amarillenta y sucia
sus bares tristes,
sus gatos locos,
sus vates locos.

Sólo te conozco
te conozco

Sólo conozco la lluvia de Lima
su sonrisa austera
tu sonrisa amplia y lejana
mis ojos vidriosos y expectantes
que esperan verte bajo este cielo gris.



Duéleme

Duéleme en los ojos
que ya no pueden verte
en los labios áridos
en la sequía incompasiva de mis días

Duéleme en la conciencia tardía
en la marca de tu cuerpo estampado en mi sábana
en mis amaneceres
pero sobre todo durante las noches vacías

D é j a m e
tu recuerdo cuando lo necesite
D u é l e m e
cuando tu recuerdo me persiga

Duéleme en la fatiga diaria
en las luces de neón
en las fotos y las películas
en las cartas destinadas al ocaso


D u é l e m e


en el perfecto silencio de la espera
en mi cotidiana apatía
en tus dedos largos
y mi nariz respirándote lejano



Un día, mi príncipe vendrá
(Pieza de jazz de Miles Davis)

Sucede que a veces olvido el lenguaje
y nos sentimos como bichos, perdidos en el mundo.

¿Sabias que las palabras se extraviaron, y sólo puedo escuchar las oberturas invernales?
que nunca pasa el tiempo,
y todo es aceptado tal y como viene
y que también me gustan las ventanas,
por las que puedo ver más allá de las lunas.

¿Sabías que en la estancia de los muebles rojos se contornea la soledad?
que las sillas no solamente son para sentarse y esperar,
que los murmullos son tan sordos como el silencio.

¿Sabias que el mono era un hombre, que María Magdalena nunca fue virgen?
¿Qué el 98% de lo que digo, nunca tiene sentido?
que nunca recuerdo las cosas
y también que el olvido,
trasciende las barreras del espacio.

Sucede que los sueños, son reflejos inconscientes del deseo.
Sucede que la noche, cae como una suave seda sobre mi espalda
y que mientras duermo…
aún estás.







Para ella, que nunca existió



Esta noche, quise hacer un viaje bizarro en un barco de papel,
que me llevara hasta tu habitación,
oh mi niña,
quise darte un sueño remoto pero no imposible.

Sabes que he dejado tu secreto bajo mis manos,
Ahí estará a buen resguardo
Como tu corazoncito roto y mis lágrimas heladas
Nos dejaron llagas, nos dejaron sangre
pero tu piel estará libre del olvido,
estará libre de todo lo que me toco el alma.

Nos han dado tan larga vida, mi niña,
Que nos olvidamos del tiempo
Y se nos hizo corto
Dime si recuerdas ¿cuándo comencé a perder la memoria?

Hemos visto un cielo desconocido
Y una noche generosa,
Mi preciosa.
Hemos visto un tibio manto de luces
Una vida que comienza y termina
Una cuna vacía
Oh niña, tenemos sueños eternos los domingos





Mamá Vera


Oh! Santa madre Vera Drake,
Tus devotos te estamos eternamente agradecidos,
Patrona de los no natos,
De las muchachas desamparadas,
De los jovencitos inexperimentados y calenturientos.

Oh, Santa madre! Vera Drake,
Tus devotos estaremos eternamente agradecidos.
Sí, cuidaste de tu madre y cuidaste del vecino
Y por ver feliz a tu niña, hasta alcahueta te volviste.
Por eso y mucho más…que tus buenas obras pervivan
Para que en nuestra memoria,
Reines como en la cárcel, como en el cielo.

Oh, Santa madre! Vera Drake
Nosotras, tus fieles muchachas,
Seguiremos pidiendo tu canonización
Y sabremos que tu cetro
Será la justicia,
La jeringa que usaste para librarnos de la responsabilidad.




*Josefina Jiménez, nació en Lima, 1984. Estudiante de Historia del Arte (UNMSM) y promotora cultural. Directora de Cultural Moiras. Colaboradora de la revista Sobreletras. Ha sido publicado en revistas tales como El Hablador, Jinete de la Tortuga, Lapsus, tec. Tiene un libro inédito Casa de muñeca. Aparece publicado en la antología: Generación del 2000? Muestra de poesía joven, julio 2006, editado por Círculo Abierto Editores. E-mail: josefinajp@gmail.com

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