viernes, junio 10, 2011

“Susurros de un Trovador” de Juan Celso Lucas Carpio Carpio


Escribe: Fernando Chuquipiunta Machaca


El trabajo poético de Juan Celso Lucas Carpio Carpio (Moho, 1946) es acaso, entre los poetas recientes, uno de los que más atención requiere por parte de la crítica literaria.  Su despliegue verbal y su cuidado en los últimos momentos de la palabra elegida lo convierten no solo en un estilista del lenguaje sino que también en un orfebre que, acorde a los tiempos, levanta una cuidadosa arquitectura poética, donde la reflexión se une al imperativo del decir.
 
De espíritu conceptual y elegida densidad, su nuevo libro de poemas, llamado “Susurros de un Trovador”, es ante todo, una contemplación de la realidad que se desarrolla entre sí. Por eso es que el discurso poético presente en sus poemas reluce maravilloso y dividido como en un calidoscopio: "Cuantas lágrimas ardientes he derramado/ tu partida dejó un vacío en mi corazón/  hoy te he traído esta flor roja con la esperanza de encontrarte/ te buscaré en la tierra/ en el aire/ te invocaré en mis sueños y no sé cuando te podré alcanzar/ cuando de nuevo podré estrecharte/ cuando de nuevo correré a tu encuentro.

Otra manera de leer este valioso libro “Susurros de un Trovador” es considerando la posibilidad de que se trate de un cuadro cubista: para recomponer el objeto hay que lanzar miradas en distintas direcciones, pues su autor enfatiza en ciertos aspectos de sus temas, dejando al lector la búsqueda de la totalidad corporal. Toda esta postura estética lleva al celebérrimo poeta andino Juan Celso Lucas Carpio Carpio a ver y sentir el mundo exterior e interior de otra forma: “Mi reina/ la tristeza está consumiendo mi tristeza/ como decirte que te quiero/ que deseo estrecharte en mis brazos/ si este humilde súbdito/ a pesar de sus deseos y la sed de amarte/ ni siquiera puede levantar la servís/ quiero detener el tiempo/ para ver si en este entretiempo/ se produce el gran milagro que espero.

Asimismo, provoca imágenes certeras que hay que seguir a lo largo de la lectura: “Cholita pandillerita bonita presencia es la que tienes/ semejas una paloma muy delicada y tierna/ cuidado pierdas tu vuelo por culpa de un aguilita/ ahora que ves el peligro no sigas revoloteando/ ven te ofrezco yo mi nido/ los dos juntitos iremos como nuevas parejitas/ que se quieren y que se aman. Dicho sea de paso, el poeta Juan Celso Lucas Carpio repite quizá, desde su manejo del lenguaje, aquellas ceremonias exóticas que llevaron a los videntes de otros tiempos a elegir los alucinógenos como su punto de contacto con la divinidad, pues no les bastaba con recoger la plana realidad tal como se le ofrecía a todos los mortales.

Entre las páginas 36 y 37 hay un texto extenso dividido en ocho instancias que es un ambicioso registro de una especie de dramatización, donde el yo se desdobla en lo que dice, lo que observa, lo que describe y lo que siente, donde acuden otras voces desde fuera generando un paisaje urdido con millares de hilos de colores. Por lo expuesto, un esfuerzo considerable por decir con los mínimos recursos estilísticos es el que realiza en este libro Juan Celso Lucas Carpio, que seguro nos habrá de llevar a situar la poesía como lo que fue en su origen: la ceremonia del descubrimiento, de la creación del primer nombre a las cosas y los acontecimientos, un acto inaugural.